frente sindical de acción climática

Men­sa­je Ambien­tal a los Pue­blos y Gobier­nos del Mundo

Hace casi 30 años, cuan­do aún no se había ini­cia­do el pro­ce­so de des­co­lo­ni­za­ción con­tem­po­rá­neo, anun­cia­mos la Ter­ce­ra Posi­ción en defen­sa de la sobe­ra­nía y auto­de­ter­mi­na­ción de las peque­ñas nacio­nes, fren­te a los blo­ques en que se divi­die­ron los ven­ce­do­res de la Segun­da Gue­rra Mundial.

Hoy, cuan­do aque­llas peque­ñas nacio­nes han cre­ci­do en núme­ro y cons­ti­tu­yen el gigan­tes­co y mul­ti­tu­di­na­rio Ter­cer Mun­do, un peli­gro mayor –que afec­ta a toda la huma­ni­dad y pone en peli­gro su mis­ma super­vi­ven­cia- nos obli­ga a plan­tear la cues­tión en nue­vos tér­mi­nos, que van más allá de lo estric­ta­men­te polí­ti­co, que supe­ran las divi­sio­nes par­ti­da­rias o ideo­ló­gi­cas, y entran en la esfe­ra de las rela­cio­nes de la huma­ni­dad con la natu­ra­le­za.

Cree­mos que ha lle­ga­do la hora en que todos los pue­blos y gobier­nos del mun­do cobren con­cien­cia de 
la mar­cha sui­ci­da que la huma­ni­dad ha empren­di­do a tra­vés de la con­ta­mi­na­ción del medio ambien­te y la bios­fe­ra, la dila­pi­da­ción de los recur­sos natu­ra­les, el cre­ci­mien­to sin freno de la pobla­ción y la sobre­es­ti­ma­ción de la tec­no­lo­gía, y de la nece­si­dad de inver­tir de inme­dia­to la direc­ción de esa mar­cha, a tra­vés de una acción man­co­mu­na­da inter­na­cio­nal.

La con­cien­ti­za­ción debe ori­gi­nar­se en los hom­bres de cien­cia, pero sólo pue­de trans­for­mar­se en la 
acción nece­sa­ria a tra­vés de los diri­gen­tes polí­ti­cos. Por eso abor­do el tema como diri­gen­te polí­ti­co, con la auto­ri­dad que me da el haber sido el pre­cur­sor de la posi­ción actual del Ter­cer Mun­do y con el aval que me dan las últi­mas inves­ti­ga­cio­nes de los cien­tí­fi­cos en la mate­ria.

El ser humano ya no pue­de ser con­ce­bi­do inde­pen­dien­te­men­te del medio que él mis­mo ha crea­do. Ya es
una pode­ro­sa fuer­za bio­ló­gi­ca, y si con­ti­núa des­tru­yen­do los recur­sos vita­les que le brin­da la Tie­rra, sólo pue­de espe­rar ver­da­de­ras catás­tro­fes socia­les para las pró­xi­mas décadas.

La huma­ni­dad está cam­bian­do las con­di­cio­nes de vida con tal rapi­dez que no lle­ga a adap­tar­se a las nue­vas con­di­cio­nes. Su acción va más rápi­do que su cap­ta­ción de la reali­dad y el hom­bre no ha lle­ga­do a com­pren­der, entre otras cosas, que los recur­sos vita­les para él y sus des­cen­dien­tes deri­van de la natu­ra­le­za y no de su poder men­tal . De este modo, a dia­rio, su vida se trans­for­ma en una inter­mi­na­ble cade­na de con­tra­dic­cio­nes.

En el últi­mo siglo ha saquea­do con­ti­nen­tes ente­ros, y le ha bas­ta­do un par de déca­das para con­ver­tir ríos y mares en basu­ra­les, y el aire de las gran­des ciu­da­des en un gas tóxi­co y espe­so. Inven­tó el auto­mó­vil para faci­li­tar su tras­la­do, pero aho­ra ha eri­gi­do una civi­li­za­ción del auto­mó­vil, que se asien­ta sobre un cúmu­lo de pro­ble­mas de cir­cu­la­ción, urba­ni­za­ción, segu­ri­dad y con­ta­mi­na­ción en las ciu­da­des, y que agra­va las con­se­cuen­cias de la vida seden­ta­ria.

Las mal lla­ma­das “socie­da­des de con­su­mo” son, en reali­dad, sis­te­mas socia­les de des­pil­fa­rro masi­vo, basa­dos en el gas­to por­que el gas­to pro­du­ce lucro. Se des­pil­fa­rra median­te la pro­duc­ción de bie­nes inne­ce­sa­rios o super­fluos y, entre estos, a los que debe­rían ser de con­su­mo dura­de­ro, con toda inten­ción se les asig­na cor­ta vida por­que la reno­va­ción pro­du­ce uti­li­da­des. Se gas­tan millo­nes en inver­sio­nes para cam­biar el aspec­to de los artícu­los, pero no para reem­pla­zar los bie­nes dañi­nos para la salud huma­na, y has­ta se ape­la a nue­vos pro­ce­di­mien­tos tóxi­cos para satis­fa­cer la vani­dad huma­na. Como ejem­plo bas­tan los autos actua­les que debie­ran haber sido reem­pla­za­dos por otros con moto­res eléc­tri­cos, o el tóxi­co plo­mo que se agre­ga a las naf­tas sim­ple­men­te para aumen­tar el pique de los mis­mos.

No menos gra­ve resul­ta el hecho de que los sis­te­mas socia­les de des­pil­fa­rro de los paí­ses tec­no­ló­gi­ca­men­te más avan­za­dos fun­cio­nan median­te el con­su­mo de ingen­tes recur­sos natu­ra­les apor­ta­dos por el Ter­cer Mun­do. De este modo el pro­ble­ma de las rela­cio­nes den­tro de la huma­ni­dad es para­dó­ji­ca­men­te doble: algu­nas cla­ses socia­les –las de los paí­ses de baja tec­no­lo­gía en par­ti­cu­lar– sufren los efec­tos del ham­bre, del anal­fa­be­tis­mo y las enfer­me­da­des, pero al mis­mo tiem­po las cla­ses socia­les y los paí­ses que asien­tan su exce­so de con­su­mo en el sufri­mien­to de los pri­me­ros, tam­po­co están racio­nal­men­te ali­men­ta­dos, ni gozan de una autén­ti­ca cul­tu­ra o de una vida espi­ri­tual o físi­ca­men­te sana. Se deba­ten en medio de la ansie­dad y del tedio y los vicios que pro­du­ce el ocio mal empleado.

Lo peor es que, debi­do a la exis­ten­cia de pode­ro­sos intere­ses crea­dos o por la fal­sa creen­cia gene­ra­li­za­da de que los recur­sos natu­ra­les vita­les para el hom­bre son inago­ta­bles, este esta­do de cosas tien­de a agra­var­se. Mien­tras un fan­tas­ma –el ham­bre- reco­rre el mun­do devo­ran­do 55 millo­nes de vidas huma­nas cada 20 meses, afec­tan­do has­ta a paí­ses que ayer fue­ron gra­ne­ros del mun­do y ame­na­zan­do expan­dir­se de modo ful­mí­neo en las pró­xi­mas déca­das, en los cen­tros de más alta tec­no­lo­gía se anun­cia, entre otras mara­vi­llas, que pron­to la ropa se cor­ta­rá con rayos láser y que las amas de casa harán sus com­pras des­de sus hoga­res por tele­vi­sión y las paga­rán median­te sis­te­mas elec­tró­ni­cos. La sepa­ra­ción den­tro de la huma­ni­dad se está agu­di­zan­do de modo tan visi­ble que pare­ce que estu­vie­ra cons­ti­tui­da por más de una espe­cie.

El ser humano, cega­do por el espe­jis­mo de la tec­no­lo­gía, ha olvi­da­do las ver­da­des que están en la base de su exis­ten­cia. Y así, mien­tras lle­ga a la Luna gra­cias a la ciber­né­ti­ca, la nue­va meta­lur­gia, com­bus­ti­bles pode­ro­sos, la elec­tró­ni­ca y una serie de cono­ci­mien­tos teó­ri­cos fabu­lo­sos, mata el oxí­geno que res­pi­ra, el agua que bebe y el sue­lo que le da de comer, y ele­va la tem­pe­ra­tu­ra per­ma­nen­te del medio ambien­te sin medir sus con­se­cuen­cias bio­ló­gi­cas. Ya en el col­mo de su insen­sa­tez, mata al mar que podía ser­vir­le de últi­ma base de sus­ten­ta­ción.

En el cur­so del últi­mo siglo el ser humano ha exter­mi­na­do cer­ca de dos­cien­tas espe­cies ani­ma­les terres­tres. Aho­ra ha pasa­do a liqui­dar las espe­cies mari­nas. Apar­te de los efec­tos de la pes­ca exce­si­va, amplias zonas de los océa­nos, espe­cial­men­te cos­te­ras, ya han sido con­ver­ti­das en cemen­te­rios de peces y crus­tá­ceos, tan­to por los des­per­di­cios arro­ja­dos como por el petró­leo invo­lun­ta­ria­men­te derra­ma­do. Sólo el petró­leo libe­ra­do por los buques cis­ter­na hun­di­dos ha mata­do en la últi­ma déca­da cer­ca de 600.000 millo­nes de peces. Sin embar­go segui­mos arro­jan­do al mar más dese­chos que nun­ca, per­fo­ra­mos miles de pozos petro­lí­fe­ros en el mar o sus cos­tas y amplia­mos al infi­ni­to el tone­la­je de los petro­le­ros sin tomar medi­das de pro­tec­ción de la fau­na y la flo­ra marinas.

La cre­cien­te toxi­ci­dad del aire de las gran­des ciu­da­des es bien cono­ci­da, aun­que muy poco se ha hecho para dis­mi­nuir­la. En cam­bio, toda­vía ni siquie­ra exis­te un cono­ci­mien­to mun­dial­men­te difun­di­do acer­ca del pro­ble­ma plan­tea­do por el des­pil­fa­rro de agua dul­ce, tan­to para el con­su­mo humano como para la agri­cul­tu­ra. La liqui­da­ción de aguas pro­fun­das ya ha con­ver­ti­do en desier­tos exten­sas zonas otro­ra fér­ti­les del glo­bo, y los ríos han pasa­do a ser gigan­tes­cos des­agües cloa­ca­les más que fuen­tes de agua pota­ble o vías de comu­ni­ca­ción. Al mis­mo tiem­po, la ero­sión pro­vo­ca­da por el cul­ti­vo irra­cio­nal o por la supre­sión de la vege­ta­ción natu­ral se ha con­ver­ti­do en un pro­ble­ma mun­dial, y se pre­ten­de reem­pla­zar con pro­duc­tos quí­mi­cos el ciclo bio­ló­gi­co del sue­lo, uno de los más com­ple­jos de la natu­ra­le­za. Para col­mo, muchas fuen­tes natu­ra­les han sido con­ta­mi­na­das; las reser­vas de agua dul­ce están pési­ma­men­te repar­ti­das por el pla­ne­ta, y cuan­do nos que­da­ría como últi­mo recur­so la desa­li­ni­za­ción del mar nos ente­ra­mos que una empre­sa de este tipo, de dimen­sión uni­ver­sal, exi­gi­ría una infra­es­truc­tu­ra que la huma­ni­dad no está en con­di­cio­nes de finan­ciar y armar en este momen­to.

Por otra par­te, a pesar de la lla­ma­da revo­lu­ción ver­de, el Ter­cer Mun­do toda­vía no ha alcan­za­do a pro­du­cir la can­ti­dad de ali­men­tos que con­su­me, y para lle­gar a su auto­abas­te­ci­mien­to nece­si­ta un desa­rro­llo indus­trial, refor­mas estruc­tu­ra­les y la vigen­cia de una jus­ti­cia social que toda­vía está lejos de alcan­zar. Para col­mo, el desa­rro­llo de la pro­duc­ción de ali­men­tos sus­ti­tu­ti­vos está fre­na­da por la insu­fi­cien­cia finan­cie­ra y las difi­cul­ta­des téc­ni­cas.

Por supues­to todos estos des­ati­nos cul­mi­nan con una tan desen­fre­na­da como irra­cio­nal carre­ra 
arma­men­tis­ta que le cues­ta a la huma­ni­dad 200.000 millo­nes de dóla­res anua­les.

A este mare­magno de pro­ble­mas crea­dos arti­fi­cial­men­te se suma el cre­ci­mien­to explo­si­vo de la 
huma­ni­dad. El núme­ro de seres huma­nos que pue­bla el pla­ne­ta se ha dupli­ca­do en el últi­mo siglo y vol­ve­rá a dupli­car­se para fines del actual o comien­zos del pró­xi­mo, de con­ti­nuar la actual “ratio” de cre­ci­mien­to. De seguir por este camino, en el año 2500 cada ser humano dis­pon­drá de un solo metro cua­dra­do sobre el pla­ne­ta. Esta visión glo­bal está leja­na en el tiem­po, pero no difie­re mucho de la que ya corres­pon­de a las gran­des urbes, y no debe olvi­dar­se que den­tro de vein­te años más de la mitad de la huma­ni­dad vivi­rá en ciu­da­des gran­des y medianas.

Es indu­da­ble, pues, que la huma­ni­dad nece­si­ta tener una polí­ti­ca demo­grá­fi­ca. La cues­tión es que aun ponién­do­la en prác­ti­ca, ya con el retar­do con que comen­za­re­mos, no pro­du­ci­rá sus efec­tos antes de fin de la déca­da en mate­ria edu­ca­ti­va, y antes del fin de siglo en mate­ria ocu­pa­cio­nal. Y que ade­más una polí­ti­ca demo­grá­fi­ca no pro­du­ce los efec­tos desea­dos si no va acom­pa­ña­da de una polí­ti­ca eco­nó­mi­ca y social corres­pon­dien­te. De todos modos, man­te­ner el actual rit­mo de cre­ci­mien­to de la pobla­ción huma­na es tan sui­ci­da como man­te­ner el des­pil­fa­rro de los recur­sos natu­ra­les en los cen­tros alta­men­te indus­tria­li­za­dos don­de rige la eco­no­mía de mer­ca­do, o en aque­llos paí­ses que han copia­do sus mode­los de desa­rro­llo. Lo que no debe acep­tar­se es que la polí­ti­ca demo­grá­fi­ca esté basa­da en la acción de píl­do­ras que ponen en peli­gro la salud de quie­nes la toman o de sus des­cen­dien­tes.

Si se obser­van en su con­jun­to los pro­ble­mas que se nos plan­tean y que hemos enu­me­ra­do com­pro­ba­re­mos 
que pro­vie­nen tan­to de la codi­cia y la impre­vi­sión huma­nas, como de las carac­te­rís­ti­cas de algu­nos sis­te­mas socia­les, del abu­so de la tec­no­lo­gía, del des­co­no­ci­mien­to de las rela­cio­nes bio­ló­gi­cas y de la pro­gre­sión natu­ral del cre­ci­mien­to de la pobla­ción huma­na. Esta hete­ro­ge­nei­dad de cau­sas debe dar lugar a una hete­ro­ge­nei­dad de res­pues­tas, aun­que en últi­ma ins­tan­cia ten­gan como deno­mi­na­dor común la uti­li­za­ción de la inte­li­gen­cia huma­na. A la irra­cio­na­li­dad del sui­ci­dio colec­ti­vo debe­mos res­pon­der con la racio­na­li­dad del deseo de supervivencia.

Para poner freno e inver­tir esta mar­cha hacia el desas­tre es menes­ter acep­tar algu­nas pre­mi­sas:

1. son nece­sa­rias y urgen­tes: una revo­lu­ción men­tal en los hom­bres, espe­cial­men­te en los diri­gen­tes 
de los paí­ses más alta­men­te indus­tria­li­za­dos; una modi­fi­ca­ción de las estruc­tu­ras socia­les y pro­duc­ti­vas en todo el mun­do, en par­ti­cu­lar en los paí­ses de alta tec­no­lo­gía don­de rige la eco­no­mía de mer­ca­do, y el sur­gi­mien­to de una con­vi­ven­cia bio­ló­gi­ca den­tro de la huma­ni­dad y entre la huma­ni­dad y el res­to de la natu­ra­le­za;

2. esa revo­lu­ción men­tal impli­ca com­pren­der que el hom­bre no pue­de reem­pla­zar a la natu­ra­le­za en el 
man­te­ni­mien­to de una ade­cua­do ciclo bio­ló­gi­co gene­ral; que la tec­no­lo­gía es un arma de doble filo; que el lla­ma­do pro­gre­so debe tener un lími­te y que inclu­so habrá que renun­ciar a algu­nas de las como­di­da­des que nos ha brin­da­do la civi­li­za­ción; que la natu­ra­le­za debe ser res­tau­ra­da en todo lo posi­ble, que los recur­sos natu­ra­les resul­tan ago­ta­bles y por lo tan­to deben ser cui­da­dos y racio­nal­men­te uti­li­za­dos por el hom­bre; que el cre­ci­mien­to de la pobla­ción debe ser pla­ni­fi­ca­do sin pre­con­cep­tos de nin­gu­na natu­ra­le­za, que por el momen­to más impor­tan­te que pla­ni­fi­car el cre­ci­mien­to de la pobla­ción es aumen­tar la pro­duc­ción y mejo­rar la dis­tri­bu­ción de ali­men­tos y la difu­sión de ser­vi­cios socia­les como la edu­ca­ción y la salud públi­ca, y que la edu­ca­ción y el sano espar­ci­mien­to debe­rán reem­pla­zar el papel que los bie­nes y ser­vi­cios super­fluos jue­gan actual­men­te en la vida del hom­bre;

3. cada nación tie­ne dere­cho al uso sobe­rano de sus recur­sos natu­ra­les. Pero, al mis­mo tiem­po, cada 
gobierno tie­ne la obli­ga­ción de exi­gir a sus ciu­da­da­nos el cui­da­do y uti­li­za­ción racio­nal de los mis­mos. El dere­cho a la sub­sis­ten­cia indi­vi­dual impo­ne el deber hacia la super­vi­ven­cia colec­ti­va, ya se tra­te de ciu­da­da­nos o pue­blos;

4. la modi­fi­ca­ción de las estruc­tu­ras socia­les y pro­duc­ti­vas en el mun­do impli­ca que el lucro y el 
des­pil­fa­rro no pue­den seguir sien­do el motor bási­co de socie­dad algu­na, y que la jus­ti­cia social debe eri­gir­se en la base de todo sis­te­ma, no sólo para bene­fi­cio direc­to de los hom­bres sino para aumen­tar la pro­duc­ción de ali­men­tos y bie­nes nece­sa­rios; con­se­cuen­te­men­te, las prio­ri­da­des de pro­duc­ción de bie­nes y ser­vi­cios deben ser alte­ra­das en mayor o menor gra­do según el país de que se tra­ta­re. En otras pala­bras: nece­si­ta­mos nue­vos mode­los de pro­duc­ción, con­su­mo, orga­ni­za­ción y desa­rro­llo tec­no­ló­gi­co que, al mis­mo tiem­po que den prio­ri­dad a la satis­fac­ción de las nece­si­da­des esen­cia­les del ser humano, racio­nen el con­su­mo de recur­sos natu­ra­les y dis­mi­nu­yan al míni­mo posi­ble la con­ta­mi­na­ción ambiental;

5. nece­si­ta­mos un hom­bre men­tal­men­te nue­vo en un mun­do físi­ca­men­te nue­vo. No se pue­de cons­truir una nue­va socie­dad basa­da en el pleno desa­rro­llo de la per­so­na­li­dad huma­na en un mun­do vicia­do por la con­ta­mi­na­ción del ambien­te, exhaus­to por el ham­bre y la sed y enlo­que­ci­do por el rui­do y el haci­na­mien­to. Debe­mos trans­for­mar a las ciu­da­des cár­ce­les del pre­sen­te en las ciu­da­des jar­di­nes del futu­ro;

6. el cre­ci­mien­to de la pobla­ción debe ser pla­ni­fi­ca­do, en lo posi­ble de inme­dia­to, pero a tra­vés de méto­dos que no per­ju­di­quen la salud huma­na, según las con­di­cio­nes par­ti­cu­la­res de cada país (esto no rige para Argen­ti­na, por ejem­plo) y en el mar­co de polí­ti­cas eco­nó­mi­cas y socia­les glo­bal­men­te racio­na­les;

7. la lucha con­tra la con­ta­mi­na­ción del ambien­te y de la bios­fe­ra, con­tra el des­pil­fa­rro de los 
recur­sos natu­ra­les, el rui­do y el haci­na­mien­to de las ciu­da­des y el cre­ci­mien­to explo­si­vo de la pobla­ción del pla­ne­ta, debe ini­ciar­se ya a nivel muni­ci­pal, nacio­nal e inter­na­cio­nal. Estos pro­ble­mas, en el orden inter­na­cio­nal, deben pasar a la agen­da de las nego­cia­cio­nes entre las gran­des poten­cias y a la vida per­ma­nen­te de las Nacio­nes Uni­das con carác­ter de pri­me­ra prio­ri­dad. Este, en su con­jun­to, no es un pro­ble­ma más de la huma­ni­dad, es el pro­ble­ma;

8. todos estos pro­ble­mas están liga­dos de mane­ra indi­so­lu­ble con el de la jus­ti­cia social, el de la 
sobe­ra­nía polí­ti­ca y la inde­pen­den­cia eco­nó­mi­ca del Ter­cer Mun­do, y la dis­ten­sión y la coope­ra­ción inter­na­cio­na­les;

9. muchos de estos pro­ble­mas debe­rán ser enca­ra­dos por enci­ma de las dife­ren­cias ideo­ló­gi­cas que sepa­ran a los indi­vi­duos den­tro de sus socie­da­des o a los Esta­dos den­tro de la comu­ni­dad inter­na­cio­nal.

Final­men­te deseo hacer algu­nas con­si­de­ra­cio­nes para nues­tros paí­ses del Ter­cer Mun­do:

1. debe­mos cui­dar nues­tros recur­sos natu­ra­les con uñas y dien­tes de la vora­ci­dad de los mono­po­lios 
inter­na­cio­na­les que los bus­can para ali­men­tar un tipo absur­do de indus­tria­li­za­ción y desa­rro­llo en los cen­tros de alta tec­no­lo­gía don­de rige la eco­no­mía de mer­ca­do. Ya no pue­de pro­du­cir­se un aumen­to en gran esca­la de la pro­duc­ción ali­men­ti­cia del Ter­cer Mun­do sin un desa­rro­llo para­le­lo de las indus­trias corres­pon­dien­tes. Por eso cada gra­mo de mate­ria pri­ma que se dejan arre­ba­tar hoy los paí­ses del Ter­cer Mun­do equi­va­le a kilos de ali­men­tos que deja­rán de pro­du­cir maña­na;

2. de nada vale que evi­te­mos el éxo­do de nues­tros recur­sos natu­ra­les si segui­mos afe­rra­dos a 
méto­dos de desa­rro­llo, pre­co­ni­za­dos por esos mis­mos mono­po­lios, que sig­ni­fi­can la nega­ción de un uso racio­nal de aque­llos recur­sos;

3. en defen­sa de sus intere­ses, los paí­ses deben pro­pen­der a las inte­gra­cio­nes regio­na­les y a la 
acción soli­da­ria;

4. no debe olvi­dar­se que el pro­ble­ma bási­co de la mayor par­te de los paí­ses del Ter­cer Mun­do es la 
ausen­cia de una autén­ti­ca jus­ti­cia social y de par­ti­ci­pa­ción popu­lar en la con­duc­ción de los asun­tos públi­cos. Sin jus­ti­cia social el Ter­cer Mun­do no esta­rá en con­di­cio­nes de enfren­tar las angus­tio­sa­men­te difí­ci­les déca­das que se ave­ci­nan.

La huma­ni­dad debe poner­se en pie de gue­rra en defen­sa de sí mis­ma. En esta tarea gigan­tes­ca nadie 
pue­de que­dar­se con los bra­zos cru­za­dos. Por eso con­vo­co a todos los pue­blos y gobier­nos del mun­do a una acción solidaria.

Juan Domingo Perón
1972
Descarge el documento “Mensaje Ambiental Hoy

Programa del evento

Lunes 21/02 14 horas APOC
Bartolomé Mitre 1563

Apertura del encuentro y lectura de adhesiones
Video Institucional Conmemorativo
Conversatorio Primer Panel

- El Men­sa­je Ambien­tal 50 años des­pués.
- El rol de los Sin­di­ca­tos en la Cri­sis Ener­gé­ti­ca.
- Expe­rien­cia del pro­gra­ma PAGE de OIT.
Sol Klas
Secre­ta­ria de Ambien­te de la Aso­cia­ción del Per­so­nal de los Orga­nis­mos de Con­trol.
Enri­que Rodri­guez
Pre­si­den­te de ospo­ce, ex Minis­tro de Tra­ba­jo de la Nación.
Juan Car­los Sch­mid
Secre­ta­rio Gene­ral del Sin­di­ca­to del Per­so­nal de Dra­ga­do y Bali­za­mien­to.
Joa­quín Eto­re­na
Coor­di­na­dor del Pro­gra­ma PAGE de la OIT.

Video Reflexión Sindical

Hugo Bui­sel Quin­ta­na.
Capi­tán Mariano Moreno
Hugo Moyano
Jor­ge Man­ci­ni
Juan Car­los Sch­midt
Julio Piu­ma­to
Orlan­do Macha­do
Pablo Flo­res
San­dra Maiora

Conversatorio Segundo Panel

- El men­sa­je ambien­tal y las nue­vas gene­ra­cio­nes.
Bruno Rodrí­guez
Jóve­nes por el Cli­ma Argen­ti­na.
Rocio Godoy
Comi­té Nacio­nal de Jóve­nes de la ISP.

Cierre del encuentro, Hugo Quintana Secretario General APOC Nación

Evento Carbono Neutro